Laudelino Cubino, el duende de Luz Ardiden
Béjar se filtró en el mapa ciclista mucho antes que Roberto Heras lo hiciera mundialmente conocido a través de sus hazañas. Y lo hizo a través, cómo no en una tierra tan montañosa, de otro escalador sublime como Laudelino ‘Lale’ Cubino. El salmantino goza de un palmarés interesante en cimas de alta montaña, pero hay un logro al alcance de muy pocos, por no decir de ningún otro ciclista. El corredor, entre otros del BH, Amaya o Zor, se impuso en la línea de meta de Luz Ardiden en tres ocasiones, todas ellas en carreras diferentes: el Tour de Francia, la Vuelta a España y el Tour del Porvenir (actual L’Avenir).
La estación de esquí se estrenó para el pelotón en 1985, con motivo de la visita del Tour de aquel año. Tiempos de Hinault, LeMond y Pedro Delgado, quien se llevase la victoria en tan señalado día tras una preciosa y recordada escapada. En 1988, el segoviano subió de nuevo a la montaña pirenaica, esta vez con el maillot amarillo de líder. Ese mismo día volvería a reinar Cubino, de nuevo a través de una fuga. Perico sentenciaba el Tour, Lale levantaba los brazos en la mejor prueba del mundo.
En 1986, Cubino había explorado el éxito en la misma cima, esta vez en la versión de juguete del Tour, que arribaba también a la después conocida como ‘montaña de los españoles’, en clara versión pirenaica (30 curvas de herradura, ojo) del oranje que colorearía Alpe d’Huez durante sus primeras décadas. Es más, con la llegada de Euskaltel al pelotón y la irrupción de los vascos en la ronda gala, el naranja volvió a teñir las camisetas y, por ende, las carreteras. Laiseka y Samuel Sánchez añadieron nombre al historial de una cima que puede ser considerada la gran llegada en alto de su macizo.
Induráin ganó el Tour del Porvenir en 1986, que pasaba por Luz Ardiden y donde ganó Cubino por primera vez. El navarro se impuso en esa misma cima en el Tour, pero en 1990, el año previo a sus mejores años en el ciclismo. Hasta 1994 no regresó el pelotón de la grande boucle a este lugar, donde Lale se clasificó octavo en una más que decente actuación. Pero para entonces el bejarano había construido un duende indudable con esta ascensión.
La Vuelta a España se sumó a los Pirineos franceses y programó en 1992 la etapa más dura de su historia hasta la fecha: Portillón, Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Luz Ardiden. Entre niebla y un duelo a tres bandas entre Montoya, Rominger y Delgado, el salmantino aprovechó para completar un trébol de tres hojas que le hace ostentar un logro visualizado pocas veces. O ninguna. El entonces corredor del Amaya consiguió una de sus mejores victorias.
Ganaría aún dos etapas en el Giro de Italia, especializándose aún más como un experto en fugas de alta montaña. Y es que el Monte Sirino sería su última gran victoria, si bien aún ganaría una etapa en la Vuelta a Colombia. Un Campeonato de España y algunos otros títulos como la Volta a Galicia o la Clásica del Naranco, donde también ganó en la Vuelta, completaron un palmarés escueto, pero muy selecto.
Posteriormente se hizo dueño de un complejo hotelero al pie de la estación de esquí de La Covatilla, que, a raíz de ello, se convirtió en una llegada habitual de la Vuelta a España. Una cima en la que seguro hubiese querido triunfar Lale, igual que lo hizo otro local de Béjar y alrededores como Santi Blanco, quien estrenó la subida como ganador. Segundo sería otro bejarano como Roberto Heras, si bien perdería el maillot oro en la crono final.
Foto: El Norte de Castilla
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